martes, 25 de septiembre de 2012

Sin apuestas que cobrar.

Ya es martes, martes del "después de un clásico joven" y ésta semana no veremos a ningún americanista con la playera azul, a ningún cruzazulino con el cabello amarillo, a nadie dando dinero a cambio de burlas. Nada de éso.

Y es entonces cuando mi mente rebobina y me lleva al pasado. Cuando veía a mi padre reirse de mi tío y cobrar las apuestas, casi cada torneo era lo mismo. 100 pesos, 200, 500 pesos en aquella vez en que "el Gambetita" los dejó fuera. Una semifinal siempre será más cara.

El tiempo continuó su marcha, estaba yo apenas entrando a la pubertad cuando hice mi primer apuesta del clásico joven y en general, de mi vida. Cruz Azul visitaría el Azteca y ése tipo, Iván, se sentía muy confiado con aquella playera amarilla tan desagradable para mi vista.
Sólo fueron 20 pesos, pero el gol de Palencia (que sí se comió Ríos) me hizo gritar como si fuera un millón.
Eran los primeros 20 pesos que me ganaba en algo, sin pedírselos a papá. ¡Qué tiempos!
Pero en todas las buenas historias, también hay partes tristes, sombrías. Como aquella ocasión en la que perdí 100 pesos con un gol ilegítimo de Kléber. Me dolió mucho, no tanto la derrota como la forma. Lloré de rabia y juré que no volveríamos a perder.
Claramente no fue así.

Fueron muchos años de burlas, de vergüenzas, de humillaciones. Muchos años de perder dinero y más que éso.
Las cenas invitadas, las chelas pagadas, los huevos rotos (huevos de gallina); son cosas que se reparan. Pero la dignidad rota, ésa no tiene precio.
América nos derrotaba siempre, así de mal andaba el siglo.

Mi último semestre de Preparatoria coincidió con el partido que cambio el rumbo. Uno a cero con un buen gol de Giménez y la racha se cortó. Ésa vez gané una comida, que por cierto, aún no me pagan.
Las apuestas por parte de los amarillos se incrementaron. Mi primo, dolido por la racha cortada, se atrevió a apostarme. El resultado, un vodka para mí solito.

Él fin de semana pasado nos dejó un partido gris por ambos lados. Tal color, ha pintado las calles, donde no se verá una sóla apuesta cobrada.

POR: ARTURO TENORIO

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